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Benh Zeitlin |
Es
esta la
típica película festivalera: rodada
con cuatro cuartos, (algo que hoy se valora mucho, a lo que parece) ópera prima
de su autor, (joven y comprometido
con el cine independiente… si es que algo así existe…) y rodada sobre un guión
inexperto pero calculadamente tremendista… Y claro, innecesario es decir que ganadora de premios
en la meca de ese cine independiente
(Sundance: Mejor película y mejor fotografía) y además en Cannes, meca del glamour… y del cine comercial (Cámara de
Oro y Premio FIPRESCI.) ¿Qué más se puede pedir? ¿Alguna nominación a la lotería
de los Oscar? Cuatro, entre ellas mejor película y mejor actriz. Ya se ve que
reúne todos los ingredientes para volver locos tanto a los críticos más in como a los públicos más fashionably. Vale, pero ¿merece la pena?
¿Es para tanto? Pues ni sí ni no sino todo lo contrario. Entendámonos, no es
una mala película, aunque a su autor le falta mucho por aprender. Pero tampoco
es esa maravilla que unos y otros quieren vendernos. Yo diría que es una interesante
película fallida porque la distancia entre lo que se propone y lo que consigue
es demasiado grande. Algo chirría en un guión
que mezcla un escenario y unos personajes (donde la degradación humana y
ambiental llega a extremos de pesadilla) con un intento de lirismo de inocencia
new age puesto en boca de una niña de
seis años. Ni siquiera la idea es original, ¿cuántas películas se ha rodado en
las que se ve el mundo a través de
los ojos de un niño? Y en mi opinión todas adolecen del mismo error: se trata
en realidad de cómo creen los adultos que un niño ve el mundo, algo que todos hemos olvidado… o magnificado
e idealizado en nuestros recuerdos. También aquí se da ese curioso fenómeno,
con el agravante de que la voz en off de la pequeña protagonista va desgranando
ideas y reflexiones (tan bonitas, tan de manual de autoayuda) que mal casan ni
con su edad ni con el mundo que la rodea.
Metáfora, supongo, de la inocencia sobreviviendo
en un mundo de degradación o quizá de la defensa de la libertad y el derecho a vivir y a
morir como uno quiera, en ella Benh Zeitlin (que no sólo dirige sino que firma
el guión y la música) acumula situaciones cuanto más al límite mejor en una
carrera de obstáculos contra sí mismo, filmando con un estilo entre documental
y free cinema que poco tiene de original
y sí mucho de cansino y ya demasiado visto. Hay que destacar, desde luego, la
fascinante interpretación de la pequeña Quvenzhané Wallis (pero un niño de seis
años no interpreta: se muestra tal
cual es… por eso hay algo de artificioso y poco digno en la decisión de
nominarla a los Oscar…) un prodigio de desarmante naturalidad ante la cual el
resto de intérpretes quedan casi empequeñecidos. En fin, que lo mejor que se puede decir de esta
peliculilla es que se deja ver, aunque aburre a ratos y resulta poco creíble en
otros.
Ficha:
Título original: Beasts of the
Southern Wild
Año de producción: 2012
Duración: 91 min.
País: USA
Dirección: Benh Zeitlin
Guión: Benh
Zeitlin, Lucy Alibar
Música: Dan
Romer, Benh Zeitlin
Fotografía: Ben
Richardson
Reparto: Quvenzhané Wallis, Dwight
Henry,
Levy Easterly, Lowell Landes,
Pamela
Harper, Gina Montana,
Nicholas Clark, Jovan Hathaway
Género: Drama