Steve McQueen |
Segundo largometraje de Steve MCQueen, Shame es una (excesivamente) glacial indagación en lo más escabroso de la personalidad de un sexo-adicto, aunque en realidad la película pueda interpretarse de muy diversas formas (o, según se decía antes, admite varias lecturas.) Quizá trate de la soledad como metáfora de un sistema social alienante y destructivo; o del sexo como producto de consumo y las decepciones que ello acarrea llevado al extremo de la autofagia… o del círculo vicioso de un modo de vida insatisfactorio… La anécdota narrada es apenas consistente y la historia se apoya más en la capacidad de sugerencia del personaje, en la atracción/repulsión que provoca, y en la imagen como medio para expresarla, que en un ilusorio continuum narrativo donde la acción gira sobre sí misma sin que se produzca avance ni en el devenir de la narración ni evolución alguna en el personaje. La fría atmósfera, casi de irrealidad, en la que se mueve toda la peripecia lastra por momentos la credibilidad de lo que vemos, aunque en ocasiones contribuya a dibujar con más nitidez la elusiva y enfermiza psicología del protagonista; esta dicotomía hace sin embargo que toda la película resulte un tanto arrítmica, falta de esa unidad diríamos de carácter que McQueen parece querer lograr, sin conseguirlo tampoco del todo, por medio de un lenguaje visual basado en el uso de un par de estilemas que acaban produciendo más fatiga que otra cosa y que son ya la marca de la casa: por un lado, el empleo de planos muy largos (en Hunger, su primer largometraje de 2008, hay uno de más de 16 minutos); y por otro lo que yo llamaría la división del fotograma. McQueen compone cuidadosamente cada plano de una forma que acaba resultando más un tic que un sello personal: sitúa siempre a sus personajes a la derecha o a la izquierda de la imagen, dejando un inmenso espacio vacío generalmente desenfocado que se come literalmente todo lo demás, y lo que es peor, distrae la atención. Claro, el uso reiterado de esos dos recursos acaba convirtiendo un estilo con vocación de sobriedad en un fatigoso y por momentos aburrido barroquismo visual.
El tratamiento distanciador dado a la forma de narrar resulta de una frialdad quirúrgica y las escenas de sexo más o menos explícito que ocupan una buena parte del metraje parecen ejercicios gimnásticos ejecutados por muñecos inanimados; ni siquiera en lo que podríamos llamar aproximaciones, esos obsesivos primerísimos planos, hay el menor calor, convirtiendo el acto sexual en abstractas representaciones de, supongo, la inanidad vital del héroe. La aparición del personaje que interpreta (magníficamente) Carey Mulligan, no sólo interrumpe la vida de su desnortado hermano: interrumpe la mínima acción existente distrayendo y rompiendo la unidad de acción para proponernos un nuevo desvarío que nada aporta salvo el pretexto para algún desnudo y la más torpe y truculenta de las escenas de este irregular pero estimulante filme (¿quizá también la excusa para justificar freudianamente la actitud del protagonista?). Pero McQueen tiene, me parece, madera de buen director, y cuando se olvida de ser original y trascendente a toda costa consigue momentos de buen cine como en las secuencias de la cena en el restaurante o del ligón en la barra del bar, donde la ironía con que está tratada la situación aligera por un momento la pesadez un poco rígida que tiene toda la película dejando un refrescante aroma de refinada comedia. Y dirige bien a los actores: hay que dejar constancia del excelente trabajo del ubicuo Michael Fassbender, en una caracterización llena de matices de un personaje complejo y contradictorio, y ya se ha dicho de la excelente interpretación de Carey Mulligan, de la que yo resaltaría ese (nuevamente) larguísimo y tenso plano cuando canta, o mejor, susurra la canción New York, New York. Le falta quizá, a McQueen, un poco de compasión por sus personajes: los planos con los que cierra esta desasosegante historia, repetición de los que la abren, dejan poca esperanza sobre la posibilidad de romper ese círculo vicioso que, un poco perversamente, propone el propio director. ¿Puede una película ser al mismo tiempo estimulante y monótona? Puede, y este es el ejemplo. Pero es también muy recomendable no perder de vista a su director: tendremos a un gran cineasta en cuanto consiga desprenderse de la retórica visual que ahora lastra su obra, y de su afán de ser personal a cualquier precio.
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Ficha:
Título original: Shame
Año de producción: 2011
Duración: 99 min.
País: Inglaterra
Director: Steve McQueen
Guión: Steve McQueen, Abi Morgan
Música: Harry Escott
Fotografía: Sean Bobbitt
Reparto: Michael Fassbender, Carey Mulligan,
James Badge Dale, Nicole Beharie,
Jake Richard Siciliano, Hannah Ware,
Alex Manette, Chris Miskiewicz,
Jay Ferraro, Anna Rose Hopkins,
Eric Miller
Género: Drama
Género: Drama
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