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Blake Edwards |
N
unca he
probado los diamantes, pero me da la impresión de que deben de ser bastante
indigestos, sobre todo en el desayuno. Que es lo que pasa con esta película: que
acaba resultando bastante indigesta, porque mucho me temo que estamos ante otro de esos filmes
cuyo prestigio está muy por encima de sus méritos. Considerada una de las comedias sofisticadas (sea lo que sea eso) más emblemáticas de su director, está basada
en una novela de Truman
Capote que es, desde luego, mucho más dura con sus protagonistas y con el
ambiente en que se mueven de lo que la película deja entrever, por lo que fue
convenientemente aligerada en un
guión construido a la mayor gloria de Audrey Hepburn; de hecho, al serle
adjudicado el papel, inicialmente pensado para Marilyn Monroe, se cambiaron numerosos detalles que ablandaron la anécdota. (Por ejemplo: inicialmente
la protagonista es bisexual y su profesión
de prostituta de lujo es evidente.) Y en
eso radica el mayor problema de esta función, porque el personaje de Holly Golightly
es tan irreal y está tratado con tanta superficialidad que acaba resultando más
irritante que atractivo. Y sin embargo el film arranca con una de las
secuencias más sugerentes del género: esa mujer elegantemente vestida que come
un bollo al amanecer y toma un café en vaso de plástico mientras contempla los
escaparates de la lujosa joyería Tiffany’s.
Lamentablemente eso es lo único bueno: a
partir de ahí la historia se despeña por el abismo de lo absurdo, no hay
ninguna lógica en el desarrollo de una acción que se mueve entre lo alocado y
lo caótico, nada sucede porque la coherencia interna de la narración lo exija,
sino porque hay que acumular situaciones cuanto más frívolas mejor (ay, si Lubitsch levantara la
cabeza…) para que Audrey Hepburn pueda lucir ese fabuloso vestuario diseñado
por Givenchy… aunque no venga mucho a
cuento. Pero no es eso lo peor. Los personajes que pululan por la historia más
que un retrato de la sociedad neoyorkina de la época, idea de la novela de
Capote, parecen una colección de muñecos de ventrílocuo hablando sin parar y
sin decir nada, ilusorias imágenes de un submundo que nunca existió más que en
la mente de los directivos de Hollywood.
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¿Qué decir de los actores? Sorprende que se
eligiera a Mickey Rooney para interpretar el papel de ¡un chino! caracterizado
con unos dientes postizos que producen auténtica vergüenza ajena y cuya
aparición es siempre la excusa para una tacada de chistes visuales (eso que los
críticos llaman gags) que no superan
el nivel de parvulario. Algo similar a lo que ocurre con el personaje de Martin
Balsam, por no hablar de la aparición
estelar de José Luis de Vilallonga. En cuanto al protagonista masculino, ese George Peppard al que yo
calificaría como el prototipo del actor-pasmarote, que se pasa la mayor parte del tiempo con cara de pensar
“¿y qué demonios pinto yo en este fregado?”. No es que Audrey Hepburn esté
mucho mejor, su personaje, ya se ha dicho, es tan irreal que no da para más y
recuerda a algunas mujeres de Almodóvar (toda la película tiene un aire almodovariano de lo más desconcertante,
sobre todo las secuencias de la fiesta en casa de Holly… desconcertante porque
esta película es veinte años anterior al primer Almodóvar. ¿Estará aquí el
origen de las locuras del manchego?) Se
salva de todo este desaguisado una sola cosa: la canción de Henry Mancini que
ilustra la banda sonora, ese hermoso y melancólico Moon river que, creo, será por lo único que se recuerde esta, hoy,
frustrante comedia.
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Ficha:
Título original: Breakfast at
Tiffany's
Año de producción: 1961
Duración: 115 min.
País: USA
Dirección: Blake Edwards
Guión:
George Axelrod
Música:
Henry Mancini
Fotografía:
Franz Planer
Reparto: Audrey Hepburn, George
Peppard,
Patricia Neal, Buddy Ebsen,
Martin Balsam,
Mickey Rooney, José Luis de
Vilallonga,
John McGiver
Género:
Comedia
Como bien dices la escena que todo el mundo conoce: Audrey delante del escaparete, es de lo mejor, junto a la banda sonora. George me resultaba un patético actor con cara de anuncio de dentrífico. La pelicula en sí, comedia, pero que retrata sin mucha profundidad a la sociedad. Veo consumismo y materialismo por doquier, aparte de las bajezas humanas.
ResponderEliminarSaludos