26 de febrero de 2012

Macbeth

Orson Welles
De todos los banquetes literarios llevados al cine, ya sean de origen novelístico o teatral, pocos tienen tanto poder de fascinación como el del tercer acto de Macbeth. Pocos son también tan cinematográficos, con su morbosa atmósfera de miedo, apariciones y esquizofrenia. Así que no podía por menos que tener cabida en este espacio. De Macbeth se han hecho multitud de adaptaciones al cine con más o menos fortuna, desde la de John Emerson en 1916 hasta la de Geofrey Wright en 2006, siendo quizá las más populares la de Akira Kurosawa (Kumonosu jo, 1957), la de Roman Polanski de 1971 y, desde luego esta de Orson Welles de 1948. La relación de Orson Welles con Shakespeare viene de lejos, durante su etapa como actor en el experimental Gate Theatre en Irlanda, antes aún de su debut en Broadway haciendo el Teobaldo en Romeo y Julieta en diciembre de 1934. En 1937 crea junto a John Houseman el Mercury Theatre con el que presenta un vanguardista Julio Cesar situado en la Italia fascista. Su interés por Macbeth se remonta quizá a 1936, cuando con el Federal Theater de Nueva York montó un espectacular y extraño Macbeth Vudú trasladado al Haití del siglo XIX, con todos los actores negros. Volvería en 1947 a la tragedia escocesa en un montaje para el Utah Centennial Festival y en 1948 comenzaría el rodaje de lo que sería el inicio de su trilogía sobre obras de William Shakespeare: este Macbeth, el Othello de 1952 y Campanadas a medianoche (Chimes at Midnight, 1965), inspirada esta en diversas obras del dramaturgo inglés. Macbeth no tuvo demasiado éxito, y aún ahora está considerada la más floja de las tres incursiones de su autor en Shakespesare. Y sin embargo… sin embargo es una magistral lección de cine. Con una estética que remite a los claroscuros del expresionismo alemán, no sólo en el uso de una fotografía extraordinaria de una luz tan contrastada que en ella casi sólo hay blancos y negros, sino en el empleo de la escenografía como método de expresión: espacios brumosos, áridos acantilados, ruinas, extraños pasajes retorcidos con los que resalta los valores emocionales y los cambios psicológicos en los personajes. El dominio de la sintaxis de la imagen que ya había demostrado en sus obras anteriores alcanza aquí niveles de paroxismo: subrayados basados en planos de un abrumador retorcimiento visual, como toda la secuencia del banquete, de los que se sirve para remarcar la irracional ferocidad de la escena; contrapicados que acentúan el dramatismo; o el énfasis de esos primeros planos en los que se reflejan con cruel brutalidad las emociones, ayudado siempre por un vestuario casi surrealista pero que hace destacar aún más la demencial atmósfera de violencia. Siendo como es una de las más fieles adaptaciones al cine de Macbeth, no es sin embargo teatro filmado, es puro cine; Welles deja su inconfundible impronta en cada fotograma, en las referencias que saltan a cada paso y que pueden ir desde Goya hasta Eisenstein revelando un rico universo de recursos narrativos y estéticos. La acción avanza con un ritmo cuya cadencia acentúa las tensiones, no hay respiros en la asfixiante situación que envuelve a los personajes en un círculo dibujado (en la visión de Welles, no en la obra de Shakespeare) por las brujas que abren y cierran este relato de ambición, traición y muerte. Es también un ejemplo de la habilidad para dirigir actores y del poder interpretativo del propio Orson Welles: todo el peso de la película recae en él: atrapado en un destino que él no ha querido; manejado por la ambición y la fría crueldad de Lady Macbeth, empujado por los augurios de las brujas, su interpretación es una fascinante muestra de matices que van de la indecisión a la locura, de la obstinación al miedo. Mención aparte merece la Lady Macbeth de Jeannette Nolan, una de las recreaciones más fascinantes de este personaje, tan plena de sugerencias en la evolución de las emociones, tan alejada del convencional estereotipo de agresiva gestualidad que es fácil comprender que la excelente y contenida composición de esa mujer llena de ambición y crueldad no fuera apreciada en lo que vale...
Y al final queda, ante todo, la fascinación de haber asistido a una película espléndida, a un soberbio homenaje de un genio del cine a un genio de la literatura. 

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Ficha:
Título original: Macbeth
Año de producción: 1948
Duración: 105 min.            
País:  EEUU
Director: Orson Welles
Guión: Orson Welles
Música: Jacques Ibert
Fotografía: John L. Russel
Reparto: Orson Welles, 
                  Jeanette Nolan, 
                  Dan O'Herlihy, 
                  Roddy McDowall, 
                  Edgar Barrier
Género:  Drama.