31 de enero de 2013

Salteado de verduras con sepia

La sepia es un alimento con muchas y muy interesantes propiedades nutricionales, aporta una gran variedad de minerales (entre los que destaca el yodo y el sodio) y vitaminas (E, B3, B6, B12) lo que la convierte en un alimento recomendable, aunque… (ay, las temibles adversativas…) debido a su alto contenido en sodio conviene ser prudente con su consumo si se padece de hipertensión. Con todo, y si se tiene esto en cuenta, y puesto que su carne es rica y muy sabrosa, podemos permitirnos disfrutar de ella de vez en cuando. Combinada con verduras como en esta sencilla receta, constituye además un plato muy completo y nutritivo.

Ingredientes para cuatro personas
500 gr de verduras variadas
Cuatro sepias pequeñas
Dos dientes de ajo
Aceite de oliva
Sal
Pimienta

  • Lavamos las verduras (aquí se han utilizado judías verdes, cebolla, pimiento rojo y pimiento verde) y las cortamos en tiras.
  • En una sartén con una cucharada de aceite de oliva ponemos a dorar los ajos cortados en láminas. Retiramos y reservamos.
  • En la misma sartén ponemos las verduras, ligeramente salpimentadas, y las dejamos hacerse a fuego medio hasta que estén tiernas, moviendo cuidadosamente de vez en cuando. Entre cinco y ocho minutos deberían bastar, tienen que quedarnos al dente.
  • Cortamos la sepia también en tiras y la freímos con un hilo de aceite durante tres o cuatro minutos.
  • Montamos el plato con la sepia en el centro rodeada de las verduras y adornado con las láminas de ajo.

 

29 de enero de 2013

Carrilleras de ibérico al horno con patatas Hasselback

He aquí otra manera de preparar las carrilleras que va a darnos un resultado más que satisfactorio. Cocinadas al horno de esta forma quedan tan tiernas y jugosas que se deshacen en la boca y es un verdadero placer comerlas. En cuanto a la guarnición no he podido resistir la tentación de acompañarlas con unas patatas al estilo hasselback, esa forma de prepararlas famosa en toda la blogosfera, (no hay blog que no las incluya en algún momento.) Y con razón, pues no sólo están muy buenas sino que son realmente resultonas a la hora de adornar un plato. Y también son fáciles de preparar y lo bastante versátiles como para poder variar su preparación cambiando las especias o las hierbas empleadas. En esta receta además se hacen al mismo tiempo que la carne, con lo cual ahorramos tiempo (y energía.) La receta  de estas patatas tiene su origen  en una escuela- restaurante sueca, el prestigioso Hasselbacken, de donde toman el nombre.

Ingredientes para cuatro personas
Doce carrilleras de cerdo ibérico
Cuatro patatas medianas
Dos cebollas
Un vaso de vino blanco
½ l de caldo de verduras
Unas ramitas de romero
Pimienta
Sal
Aceite de oliva
50 gr de mantequilla
Dos cucharadas de harina

  • Limpiamos bien las carrilleras de las telillas y grasa que puedan tener, las salpimentamos, las pasamos ligeramente por harina y las doramos en una sartén con un chorro de aceite de oliva y a fuego vivo.  Reservamos.
  • En una cazuela que pueda ir al horno y que permita taparla ponemos las cebollas cortadas en rodajas, un par de ramitas de romero y la carne. Añadimos el vino y el caldo suficiente para cubrir y llevamos al horno que tendremos precalentado a 180º. Deberán hacerse durante al menos hora y media, vigilando que no se queden sin caldo..
  • Mientras, lavamos muy bien las patas porque vamos a asarlas con la piel. (Nota: conviene elegir patatas que sean más o menos del mismo tamaño y forma para que el tiempo de cocción sea el mismo y queden con un aspecto parecido a la hora de presentarlas.)
  • Las cortamos ahora en láminas pero sin llegar a separarlas y las salpimentamos sin escatimar la pimienta. (Hay un montón de trucos para conseguir cortarlas sin separar las rodajas: ponerlas encima de una cuchara, usar unos palillos chinos como tope… o simplemente tener cuidado.)
  • Introducimos entre las rodajas de las patatas una pizca de mantequilla, las colocamos en una fuente apta para el horno y reservamos.
  • Cuando falten unos cuarenta y cinco minutos para que la carne esté hecha  las llevamos al horno para así tenerlas asadas al mismo tiempo. A media cocción introducimos unas hojas de romero entre las rodajas y regamos con un hilo de aceite de oliva.
  • Cuando la carne esté tierna retiramos las tajadas que reservaremos al calor. Ponemos en el vaso de la batidora la cebolla y un tres o cuatro cucharadas del caldo, trituramos bien y pasamos por el chino o por un colador, dejando reducir luego un poco si ha quedado una salsa demasiado clara.También puede espesarse con media cucharadita de maicena. Comprobamos de sal y rectificamos si es necesario.
  • Salseamos con ella los platos y colocamos encima la carne acompañada de las patatas.

27 de enero de 2013

Muffins de jamón y queso

Aunque los muffins son muy parecidos a las madalenas y se elaboran de manera muy similar, hay algunas diferencias en la forma de prepararlos que hacen que el resultado sea diferente. La masa de los muffins apenas se bate, con el fin de que la mezcla no contenga demasiado aire y la miga quede más compacta, menos ligera que las madalenas, en las que sí debe batirse bien la mezcla para que nos queden esponjosas. El muffin, además, suele rellenarse con frutas, mermeladas, etc. a diferencia de la madalena que, por lo menos la tradicional, es siempre sólo de masa. Esa característica de los muffins de ir rellenos hace que sea casi lógico el paso de los habituales ingredientes dulces a los salados, dando lugar a esa otra delicia que son los muffins salados. Como éstos que os ofrezco hoy: ricos, fáciles de hacer y muy sabrosos. Yo los he hecho mezclando un poco los estilos, aumentando un poco el batido de la masa. Así, la miga queda algo menos compacta que en los muffins pero un poco menos esponjosa que en las madalenas. En todo caso, eso va en gustos… o en amor a la ortodoxia. 
Ingredientes para una docena de muffins
150 gr de harina de trigo
175 ml de leche
1 huevo
50 gr de mantequilla
50 ml de aceite de oliva suave
½ sobre de levadura Royal
¼ de cucharadita de café de bicarbonato
75 gr de queso emmental rallado
50 gr de jamón serrano
Una cucharada de nueces picadas
Una cucharada de semillas de hinojo
Una cucharada de semillas tostadas de sésamo
Una cucharadita de semillas de amapola

  • Mezclamos bien en  un cuenco los ingredientes secos: la harina, que tamizaremos con ayuda de un colador, la levadura, el bicarbonato y las semillas de hinojo bien machacadas.
  • En otro cuenco mezclamos los ingredientes húmedos: la  leche, la mantequilla derretida, el aceite y el huevo y los mezclamos batiendo ligeramente.
  • Hacemos un hueco en el recipiente donde tenemos la harina y volcamos en él la mezcla húmeda, batiendo con las varillas para conseguir una masa homogénea. (Aquí es donde se debe batir más o menos según queramos obtener una miga más o menos esponjosa.)
  • Añadimos el jamón bien picado y el queso, mezclamos todo y dejamos reposar en el frigorífico unos diez minutos, mientras se precalienta el horno a unos 200º.
  • Pasado ese tiempo rellenamos los moldes que vayamos a utilizar llenando sólo dos terceras partes de los mismos, y espolvoreamos con las nueces picadas, el sésamo y las semillas de amapola.
  • Llevamos al horno manteniendo unos cinco minutos la temperatura fuerte, para bajar  luego a 180º, y dejamos que se hagan durante unos treinta minutos, o hasta que se vea que están hechos.
  • Esperamos a que se entibien y ya podemos servirlos, aunque yo los prefiero cuando ya han reposado unas cuantas horas y la miga se ha asentado. 
(No se me ha olvidado la sal, es que el jamón y el queso ya llevan bastante)

 

25 de enero de 2013

Desayuno con diamantes

Blake Edwards
Nunca he probado los diamantes, pero me da la impresión de que deben de ser bastante indigestos, sobre todo en el desayuno. Que es lo que pasa con esta película: que acaba resultando bastante indigesta, porque mucho me temo que estamos ante otro de esos filmes cuyo prestigio está muy por encima de sus méritos. Considerada una de las comedias sofisticadas (sea lo que sea eso)  más emblemáticas de su director, está basada en una novela de Truman Capote que es, desde luego, mucho más dura con sus protagonistas y con el ambiente en que se mueven de lo que la película deja entrever, por lo que fue convenientemente aligerada en un guión construido a la mayor gloria de Audrey Hepburn; de hecho, al serle adjudicado el papel, inicialmente pensado para Marilyn Monroe,  se cambiaron numerosos detalles que ablandaron la anécdota. (Por ejemplo: inicialmente la protagonista es bisexual y su profesión de prostituta de lujo es evidente.) Y  en eso radica el mayor problema de esta función, porque el personaje de Holly Golightly es tan irreal y está tratado con tanta superficialidad que acaba resultando más irritante que atractivo. Y sin embargo el film arranca con una de las secuencias más sugerentes del género: esa mujer elegantemente vestida que come un bollo al amanecer y toma un café en vaso de plástico mientras contempla los escaparates de la lujosa joyería Tiffany’s.  Lamentablemente eso es lo único bueno: a  partir de ahí la historia se despeña por el abismo de lo absurdo, no hay ninguna lógica en el desarrollo de una acción que se mueve entre lo alocado y lo caótico, nada sucede porque la coherencia interna de la narración lo exija, sino porque hay que acumular situaciones cuanto más frívolas mejor (ay, si Lubitsch levantara la cabeza…) para que Audrey Hepburn pueda lucir ese fabuloso vestuario diseñado por Givenchy…  aunque no venga mucho a cuento. Pero no es eso lo peor. Los personajes que pululan por la historia más que un retrato de la sociedad neoyorkina de la época, idea de la novela de Capote, parecen una colección de muñecos de ventrílocuo hablando sin parar y sin decir nada, ilusorias imágenes de un submundo que nunca existió más que en la mente de los directivos de Hollywood.  


¿Qué decir de los actores? Sorprende que se eligiera a Mickey Rooney para interpretar el papel de ¡un chino! caracterizado con unos dientes postizos que producen auténtica vergüenza ajena y cuya aparición es siempre la excusa para una tacada de chistes visuales (eso que los críticos llaman gags) que no superan el nivel de parvulario. Algo similar a lo que ocurre con el personaje de Martin Balsam, por no hablar de la aparición estelar de José Luis de Vilallonga. En cuanto al protagonista masculino, ese George Peppard al que yo calificaría como el prototipo del actor-pasmarote, que se pasa  la mayor parte del tiempo con cara de pensar “¿y qué demonios pinto yo en este fregado?”. No es que Audrey Hepburn esté mucho mejor, su personaje, ya se ha dicho, es tan irreal que no da para más y recuerda a algunas mujeres de Almodóvar (toda la película tiene un aire almodovariano de lo más desconcertante, sobre todo las secuencias de la fiesta en casa de Holly… desconcertante porque esta película es veinte años anterior al primer Almodóvar. ¿Estará aquí el origen de las locuras del manchego?) Se salva de todo este desaguisado una sola cosa: la canción de Henry Mancini que ilustra la banda sonora, ese hermoso y melancólico Moon river que, creo, será por lo único que se recuerde esta, hoy, frustrante comedia.




Ficha:
Título original: Breakfast at Tiffany's
Año de producción: 1961
Duración: 115 min.
País: USA
Dirección: Blake Edwards
Guión: George Axelrod
Música: Henry Mancini
Fotografía: Franz Planer 
Reparto: Audrey Hepburn, George Peppard,
                 Patricia Neal, Buddy Ebsen, Martin Balsam,
                 Mickey Rooney, José Luis de Vilallonga,
                John McGiver
Género: Comedia

23 de enero de 2013

Garbanzos con crema especiada de yogur y chips de alcachofa

Los garbanzos, que tan mala fama han tenido durante mucho tiempo entre lo más finolis de la gastronomía, son sin embargo un alimento tradicional en la dieta mediterránea ya desde la antigua Roma, y en la cocina española son el ingrediente fundamental de un plato tan suntuoso como el cocido madrileño (que yo prefiero llamar castellano porque se prepara en toda Castilla con distintas variantes, aunque el famoso sea el madrileño…) Como todas las legumbres los garbanzos son ricos en minerales diversos, aportan fibra, proteínas vegetales e hidratos de carbono. Su alto valor calórico no debe hacernos prescindir de ellos ya que por otra parte su índice glucémico es muy bajo. Y puede prepararse de muy diversas formas a poco que dejemos volar la imaginación. Como esta receta acompañados por una sabrosa crema de yogur con cominos y cilantro. El toque final lo dan esos ricos chips de alcachofa.

Ingredientes para cuatro personas
350 gr de garbanzos
Cuatro alcachofas
Dos yogures naturales  del tipo “griego”
Cuatro cucharadas de crema fresca
75 gr de jamón serrano
Una cucharada de semillas de cilantro
Media cucharadita de cominos
Media cucharadita de granos de pimienta negra
Cuatro clavos de olor
Dos dientes de ajo
Sal
Aceite de oliva

  • Comenzamos preparando la crema de yogur con tiempo suficiente para dejarla reposar un par de horas. Para ello ponemos en un cuenco el yogur, la crema fresca y las especias (semillas de cilantro, cominos y pimienta, que previamente habremos triturado muy bien) con una pizca de sal. Mezclamos cuidadosamente y reservamos.
  • Hervimos los garbanzos (que habremos puesto en remojo la noche antes,) junto con los clavos de olor y los dientes de ajo, unos veinticinco minutos en la olla exprés. Colamos y reservamos al calor. (No tire el caldo resultante: guárdelo para otras preparaciones.)
  • Limpiamos las alcachofas de las hojas exteriores hasta dejar sólo el corazón que cortaremos en láminas y las freiremos en abundante aceite, a fuego medio, hasta que estén crujientes.
  • Al servir mezclamos los garbanzos con el jamón picado muy fino, añadimos la crema de yogur  y adornamos con los chips de alcachofa. 
 

21 de enero de 2013

Creps de queso cheddar con almíbar de naranja

Originarios de la región francesa de Bretaña, los creps son esos finos discos de masa hecha con harina de trigo, leche, huevo y mantequilla, rellenos de casi cualquier cosa que se nos ocurra  y aptos por eso tanto para un postre dulce como para un tentempié salado… o incluso un híbrido, como estos creps que os propongo ahora, aprovechando que estamos casi en la Fiesta de la Candelaria, (Chandeleur en francés, época en la que es tradicional servirlos rellenos de manzana y acompañados con sidra.) Recordemos que también en España se hace una preparación similar: las filloas gallegas y los frixuelos asturianos, típicos de carnaval. La elaboración de los creps es muy sencilla, y el resultado realmente gratificante. La versatilidad de estas tortas es tal que como ya decía pueden rellenarse con lo queramos. Son también una buena idea para un desayuno festivo. (Nota bene para fanáticos del lenguaje, si alguno hubiere: No sé si en castellano crep es masculino o femenino, lo he visto escrito en las dos formas y la RAE no lo contempla, así que he decidió usar el masculino porque me suena mejor “los creps” que “las creps”. Espero que las feministas militantes, si alguna me lee, no me condenen por ello…)

Ingredientes para unos ocho creps
125 gr de harina
250 ml de leche
2 huevos
125 gr de queso cheddar rallado
50 gr de mantequilla
Cuatro cucharadas de azúcar
El zumo de dos naranjas
Sal


  • Ponemos en el vaso de la batidora la leche,  los huevos y la mantequilla que habremos fundido previamente al baño maría. Añadimos la harina, cerniéndola con ayuda de un colador, y una pizca de sal y batimos bien: pasamos la mezcla resultante por un colador para eliminar cualquier grumo que pueda haber y dejamos reposar unos quince o veinte minutos.
  • Mientras, preparamos el almíbar de naranja: en un cazo ponemos el azúcar y el zumo de las naranjas y lo llevamos a fuego medio, dejando hacer  removiendo continuamente para evitar que caramelice. Cuando hayamos conseguido el punto de jarabe, retiramos del fuego y reservamos al calor al baño maría.
  • Hacemos ahora los creps: Ponemos a fuego medio una sartén antiadherente en la que dejaremos fundir un dado de mantequilla. Cuando esté caliente vertemos un cazillo de la masa y extendemos moviendo circularmente la sartén y cuando esté cuajado damos la vuelta con ayuda de unas pinzas o una espátula.
  • Ponemos por encima un poco de queso cheddar rallado y dejamos que funda mientras acaba de hacerse el crep. 
  •  Enrollamos o  plegamos a nuestro gusto y servimos caliente bañado con un par de cucharadas del almíbar de naranja.
Algunos autores aconsejan desechar el primer crep por estar demasiado empapado de mantequilla. Va en gustos.

19 de enero de 2013

El crepúsculo de los dioses


Billy Wilder
Dejadme hablaros hoy de una de las películas más feroces jamás filmadas: un bocado exquisito, sin embargo,  para paladares refinados y una obra maestra del cine. De todas las ácidas sátiras e implacables radiografías sociales filmadas por Billy Wilder, pocas son tan despiadadas como este crudo retrato del Hollywood de su época. Con un guión perfecto del propio Wilder y Charles Brackett,  mezcla como suele ocurrir chez Wilder de géneros que van de la comedia al más negro cine negro pasando por el terror, consiguen con él una amalgama impecable en la que cada género se funde con los demás para crear una mezcla  única de férrea solidez en una de esas imprescindibles lecciones de cómo usar el lenguaje cinematográfico: ahora que tanto se usa y abusa de los estilemas más trillados para evitar las narraciones lineales, he aquí una magistral aplicación de dos recursos estilísticos clásicos: la voz en off del protagonista, ya muerto, cuenta en un largo flashback la historia que le llevó a la muerte dando lugar así a una de las estructuras narrativas más eficaces y sorprendentes. Se hace siempre un especial hincapié en que Wilder y su coguionista aprovechan la turbia relación de un joven guionista con una vieja y olvidada estrella del cine mudo para componer un análisis demoledor sobre los entresijos del  mundillo del cine, lo que es cierto, pero se olvida  que es también, y sobre todo, diría yo, una dura mirada a las miserias humanas: ambición, mediocridad, engaño… cobardía. La cámara de Wilder disecciona a sus personajes sin la menor compasión, los desnuda para dejarlos en carne viva delante del espectador que asiste fascinado a esta carnicería de la que sólo se libran, qué curioso, los dos directores de cine: DeMille interpretándose a sí mismo y von Stroheim como Max. 

 
Nada sobra en esta historia: la subtrama argumental que narra el conato de idilio entre William Holden y Nancy Olson, que podría pensarse como innecesaria, sirve magistralmente para aliviar la claustrofóbica atmósfera en la que se desarrolla la historia principal y para definir con un trazo más fino la personalidsad del personaje de Holden; la sorprendente relación entre la estrella y su mayordomo  funciona como conmovedora metáfora de la sumisión a que puede llegarse por el amor (y quizá pueda verse como una queja de Wilder por la importancia dada a los actores sobre los directores.) Inolvidables interpretaciones de todos los actores, con un William Holden metido en la piel del apuesto, cínico y descreído escritor pero entre  los que merece mención aparte la actuación de Gloria Swanson, magistralmente sobreactuada en su composición de la olvidada estrella del cine mudo, perdida en un mundo en el que sólo viven ella y sus recuerdos en uno de los personajes más duramente tratados por Wilder que sólo se apiada de ella cuando, ya perdida del todo la razón, la filma casi con mimo mientras ella cree interpretar a una enloquecida Salomé en un hipnótico descenso por la escalera rodeada de periodistas, una de las escenas más sobrecogedoras de esta sobrecogedora película. Es lamentable que se haya perdido la buena costumbre de reponer cine clásico porque esta es una película imprescindible.



Ficha:
Título original: Sunset Boulevard
Año de producción: 1950
Duración: 110 min.
País: USA
Dirección: Billy Wilder

Guión: Charles Brackett, Billy Wilder
Música: Franz Waxman
Fotografía: John F. Seitz
Reparto: William Holden, Gloria Swanson, 
                 Erich von Stroheim, Nancy Olson, 
                 Fred Clark, Jack Webb, Lloyd Gough, 
                 Cecil B. DeMille, Hedda Hopper, 
                 Buster Keaton, Anna Q. Nilsson, 
                 H.B. Warner, Franklyn Farnum
Género: Drama

17 de enero de 2013

Pollo al cava con setas

Versión del clásico francés coq au vin, o pollo al vino, esta receta alegra un poco el siempre socorrido pero un tanto reiterativo pollo. Por alguna razón, que prometo investigar algún día, no acaba de seducirme usar en la cocina vino tinto, ingrediente fundamental del coq au vin, y cambiarlo sencillamente por vino blanco era… demasiado fácil. Así que he recurrido al cava, que da un especial toque ligeramente afrutado al guiso, lo que combina muy bien con las setas y contrasta con el leve sabor ahumado de la panceta. Una receta fácil y de resultado más que satisfactorio. Si es posible, usaremos pollo de corral, más sabroso y de carne algo más dura, así que téngalo en cuenta a la hora de la cocción. Y el cava que sea brut y de buena calidad, por favor, no recurra a esos botellines llenos de gas carbónico…  Y sírvalo con el mismo cava usado para guisarlo. En cuanto al atadillo de hierbas no es otra cosa que el típico Bouquet garni de tomillo, hojas de laurel, romero y ajedrea. Si no lo encuentra puede hacerlo usted mismo, o sustituirlo por una cucharadita de cada hierba.

Ingredientes para cuatro personas.
Un pollo como de 1,5 kg
400 gr de setas variadas
500 cl de cava
150 gr de panceta ahumada
Una cebolla
Un vasito de brandy
Un atadillo de hierbas
Sal
Pimienta
Aceite de oliva
  • Troceamos el  pollo limpiándolo bien de grasa y piel, salpimentamos y le doramos a fuego vivo en una cazuela con un buen chorro de aceite de oliva; cuando veamos que ya va estando bajamos el fuego y añadimos la panceta cortada en dados. Rehogamos un par de minutos más, sacamos y reservamos.
  • Pelamos y cortamos en octavos la cebolla y la ponemos a pochar, a fuego suave y con una pizca de sal, en el mismo aceite de dorar el pollo. Cuando comience a estar transparente escurrimos el aceite sobrante y agregamos el pollo y la panceta.
  • Regamos con el brandy y flambeamos. (Ojo, observe las precauciones de costumbre: no tenga la campana extractora encendida, vigile el fuego…)
  • Añadimos las hierbas y el cava justo para cubrir la carne y dejamos que rompa el hervor. Bajamos el fuego al mínimo y dejamos hacer durante treinta o cuarenta minutos, dependiendo de la calidad de la carne y de la intensidad del fuego. Vigile que no se agarre ni se quede demasiado seco; añada un poco de cava si es necesario.
  • Cuando la carne esté tierna probamos y corregimos de sal si es necesario, agregamos las setas troceadas, dejamos hacer ocho o diez minutos, apagamos el fuego y dejamos reposar.
  • Servir con las setas como guarnición.

 

15 de enero de 2013

Amor


Michael Haneke
Decir que el cine de Michael Haneke es frío es casi un tópico entre la crítica y los aficionados. Y sin embargo, hay en realidad tanta pasión y tanto fuego bajo las imágenes de sus películas que sorprende oír y leer siempre este lugar común. Hay, sí, una mirada de sombría lucidez, una visión de la condición humana que deslumbra por la intensidad con la que penetra en las circunstancias que rodean a cada uno de sus personajes.  Maestro en el arte de componer las imágenes, subyuga esa mirada hipnótica con la que su cámara contempla la acción: de una objetividad tan cruda que fácilmente puede tomarse por frialdad lo que no es sino apasionada forma de mirar: no hay distancia, si acaso brechtiano distanciamiento. Y si en La cinta blanca (Das weisse Band - Eine deutsche Kindergeschichte, 2009) estremecía con su aproximación a lo que bien pudieron ser los antecedentes del horror del nazismo, ahora en esta Amor estremece con su aproximación al horror de la decadencia física del ser humano. No es un cine fácil, el de Haneke, exige una entrega sin condiciones a sus postulados éticos y artísticos, pero si accedemos a esa exigencia la gratificación y aún el enriquecimiento ante sus imágenes están asegurados. Nos encontramos aquí ante una indagación en la naturaleza del dolor y del amor, en las consecuencias que produce el dolor (de la persona amada) y en la reacción ante una situación límite que Haneke desarrolla con su estilo pausado a través de un discurso tan luminoso como aparentemente despojado, con un  dominio de los tempi narrativos tan sutil que apenas deja entrever el rígido control de la escritura cinematográfica. 

 
Si algo sorprende y maravilla es la manera en que Haneke consigue eludir el riesgo de incurrir en sensiblerías o de dejarse llevar por obvias truculencias ante una situación que podría caer fácilmente en unas u otras: el pudor con el que está tratada esta atroz historia, la sensibilidad, y el respeto, que el director muestra por sus personajes conmueve tanto como lo que nos está contando. El testimonio de las devastadoras  consecuencias de ese dolor está expuesto con tanta verdad por Trintignant que uno sale del cine abrumado por la alucinada expresión de este inmenso actor en los minutos finales de la película; como angustia el progreso demoledor de la enfermedad mostrado con la misma verdad por Emmanuelle Riva.  Estos dos únicos personajes, más algún otro secundario que ayuda a  aliviar un tanto la tensión narrativa, sirven para que Haneke componga un dolorido poema sobre la, en último extremo, profunda soledad  del ser humano.  Soledad mostrada con tanta sobriedad que ni siquiera hay música que la subraye: apenas un par de ilustraciones con obras de Schubert  o Beethoven que ilustran más bien el contexto social de los personajes. Es, en fin, una obra maestra del cine, una de las películas más bellas y turbadoras que yo he visto. Absolutamente recomendable.


Ficha:
Título original: Amour
Año de producción: 2012
Duración: 127 min.
País: Francia, Austria, Alemania
Dirección: Michael Haneke
Guión: Michael Haneke
Música: Schubert, Beethoven, Bach
Fotografía: Darius Khondji
Reparto: Jean-Louis Trintignant, 
                Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert, 
                William Shimell, Ramón Agirre, 
                Rita Blanco, Alexandre Tharaud,
                Laurent Capelluto, Carole Franck, 
                Dinara Drukarova
Género: Drama



12 de enero de 2013

Tatin de calabaza

Es sabido que la tarta tatin, esa joya de la repostería francesa, nació por un despiste de mademoiselle Stéphanie Tatin y que la receta original es a base de manzanas. Y que no hay blog de cocina que se precie que no la incluya en mil variaciones distintas, desde el plátano al mango pasando por las peras. Así que uno (o sea, yo) que tiene también el prurito de la originalidad ha intentado hacer algo distinto, cosa difícil en estos asendereados caminos de la cocina, así que espero haberlo conseguido: una tarta tatin de calabaza. Y aprovechando que la calabaza es bastante dulce, la haremos sin azúcar, sólo con el añadido de un poco de brandy. Fácil y sorprendentemente rica.

Ingredientes
Una lámina de hojaldre
400 de calabaza limpia
50 gr de mantequilla
Un chorro de brandy
Canela

  • Sacamos la mantequilla de la nevera y dejamos que se ablande a temperatura ambiente.
  • Cortamos la calabaza en trozos de unos cuatro centímetros de grosor, procurando darles una forma que nos permita rellenar un molde redondo válido para el fuego y el horno. (Vamos, como si fuéramos a hacer un mosaico con piezas desiguales.)
  • Cuando la mantequilla esté blanda la distribuimos en el fondo del molde y sobre ella ponemos los trozos de la calabaza, regamos con el brandy y ponemos a fuego suave para que caramelice. Unos quince o veinte minutos serán suficientes. Ojo que no se queme. Retiramos del fuego  y dejamos templar.
  • Cuando esté manejable, espolvoreamos con canela y cubrimos con la lámina de hojaldre remetiendo los bordes con ayuda de una espátula o cuchara y lo llevamos al horno que habremos precalentado a 180º, y dejamos que se haga durante unos 30 minutos o hasta que la masa esté cocida.
  • Dejamos templar un poco, desmoldamos con mucho cuidado de no quemarse y servimos tibia, acompañada de nata montada o helado al gusto. O sola, que no necesita mucho más.
 

10 de enero de 2013

Mousse de salmón

Es esta mi receta número 100 en este blog, así que he preparado algo especial para celebrarlo. Me he puesto a huronear por blogs y libros de cocina, cogiendo una idea de aquí y otra de allá añadiendo un poco de mi cosecha y mezclando todo bien mezclado, lo he presentado con un cierto arte (creo…) y aquí está el resultado: una mousse de salmón al brandy en cestillo de masa filo con guarnición de huevas y brotes tiernos. (Que como título tampoco está mal.) Espero que os guste, porque el resultado es más que satisfactorio.

Ingredientes para 4 personas
300 gr de salmón
4 lonchas de salmón ahumado
200 de crème fraîche
Cuatro ramitas de eneldo
Un vaso de brandy
Una tarrina de huevas de salmón
Un paquete de masa filo
Sal
Pimienta
50 gr de mantequilla
Una bolsa de brotes tiernos

  • Comenzamos preparando el salmón limpiándolo bien de piel y espinas, lo trocemos, salpimentamos y lo ponemos en un cuenco con el eneldo muy picado y lo cubrimos con el brandy. Lo dejamos macerar durante dos horas como mínimo, aunque yo recomiendo prepararlo la noche antes.
  • Elaboramos también con suficiente antelación los cestillos de masa filo. Para ello cortamos cuatro hojas de masa en cuadrados de un tamaño aproximado de 12 por 12 centímetros (en realidad, dependerá del tamaño de los moldes que vayamos a usar, yo he utilizado flaneras individuales…) pintamos cada cuadrado con la mantequilla previamente derretida al baño maría y los ponemos unos sobre otros contrapeándolos para que nos queden las esquinas separadas. Forramos con ellos los moldes y los horneamos a unos 180º hasta que estén dorados. Ojo que no se quemen. Dejamos enfriar antes de desmoldarlos y reservamos. (Nos quedarán con formas irregulares, pero eso añade un toque  muy atractivo a la presentación.)
  • Para preparar la mousse limpiamos cuidadosamente los trozos de salmón, colamos el brandy y lo ponemos todo junto en una cazuela que podamos tapar y meter en el horno. Dejamos hacer a unos 170º durante 30 minutos. Lo sacamos y dejamos que temple.
  • Colamos, retiramos el pescado y lo trituramos muy bien en la batidora. Agregamos cuatro cucharadas de crema fresca y volvemos a batir para mezclar bien. Probamos y corregimos de sal si es necesario, pero recuerde que el salmón ahumado ya lleva. Si vemos que queda muy espeso podemos añadir una pizca del caldo de la cocción, pero debe quedar una crema suave y consistente.
  • Forramos los cestillos con el salmón ahumado y los rellenamos con la mousse, adornándolos con una cucharadita de huevas.
  • Servimos enseguida acompañados de unas hojas de brotes tiernos aliñados con aceite de oliva y un poco de sal.