15 de enero de 2013

Amor


Michael Haneke
Decir que el cine de Michael Haneke es frío es casi un tópico entre la crítica y los aficionados. Y sin embargo, hay en realidad tanta pasión y tanto fuego bajo las imágenes de sus películas que sorprende oír y leer siempre este lugar común. Hay, sí, una mirada de sombría lucidez, una visión de la condición humana que deslumbra por la intensidad con la que penetra en las circunstancias que rodean a cada uno de sus personajes.  Maestro en el arte de componer las imágenes, subyuga esa mirada hipnótica con la que su cámara contempla la acción: de una objetividad tan cruda que fácilmente puede tomarse por frialdad lo que no es sino apasionada forma de mirar: no hay distancia, si acaso brechtiano distanciamiento. Y si en La cinta blanca (Das weisse Band - Eine deutsche Kindergeschichte, 2009) estremecía con su aproximación a lo que bien pudieron ser los antecedentes del horror del nazismo, ahora en esta Amor estremece con su aproximación al horror de la decadencia física del ser humano. No es un cine fácil, el de Haneke, exige una entrega sin condiciones a sus postulados éticos y artísticos, pero si accedemos a esa exigencia la gratificación y aún el enriquecimiento ante sus imágenes están asegurados. Nos encontramos aquí ante una indagación en la naturaleza del dolor y del amor, en las consecuencias que produce el dolor (de la persona amada) y en la reacción ante una situación límite que Haneke desarrolla con su estilo pausado a través de un discurso tan luminoso como aparentemente despojado, con un  dominio de los tempi narrativos tan sutil que apenas deja entrever el rígido control de la escritura cinematográfica. 

 
Si algo sorprende y maravilla es la manera en que Haneke consigue eludir el riesgo de incurrir en sensiblerías o de dejarse llevar por obvias truculencias ante una situación que podría caer fácilmente en unas u otras: el pudor con el que está tratada esta atroz historia, la sensibilidad, y el respeto, que el director muestra por sus personajes conmueve tanto como lo que nos está contando. El testimonio de las devastadoras  consecuencias de ese dolor está expuesto con tanta verdad por Trintignant que uno sale del cine abrumado por la alucinada expresión de este inmenso actor en los minutos finales de la película; como angustia el progreso demoledor de la enfermedad mostrado con la misma verdad por Emmanuelle Riva.  Estos dos únicos personajes, más algún otro secundario que ayuda a  aliviar un tanto la tensión narrativa, sirven para que Haneke componga un dolorido poema sobre la, en último extremo, profunda soledad  del ser humano.  Soledad mostrada con tanta sobriedad que ni siquiera hay música que la subraye: apenas un par de ilustraciones con obras de Schubert  o Beethoven que ilustran más bien el contexto social de los personajes. Es, en fin, una obra maestra del cine, una de las películas más bellas y turbadoras que yo he visto. Absolutamente recomendable.


Ficha:
Título original: Amour
Año de producción: 2012
Duración: 127 min.
País: Francia, Austria, Alemania
Dirección: Michael Haneke
Guión: Michael Haneke
Música: Schubert, Beethoven, Bach
Fotografía: Darius Khondji
Reparto: Jean-Louis Trintignant, 
                Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert, 
                William Shimell, Ramón Agirre, 
                Rita Blanco, Alexandre Tharaud,
                Laurent Capelluto, Carole Franck, 
                Dinara Drukarova
Género: Drama