5 de junio de 2012

Delicatessen

Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet
Fue en 1991 cuando el dúo Jeunet y Caro estrenaron este Delicatessen, obteniendo un inmediato y resonante éxito. No ha pasado tanto tiempo, apenas veinte años, lo que según el tango no es nada, y ya la célebre delicatesen es sólo un mohoso producto cuyo olor a rancio sorprende en un artículo tan cargado de sal (gorda). Hay poco que salvar en esta necedad cuyo único mérito, la recreación de un ambiente claustrofóbico y malsano, ha envejecido tan mal que resulta más irritante que angustioso, y ya ni siquiera da risa. Buena culpa de ello la tiene, sin duda, su excesiva sumisión a su herencia genética, ese acatamiento de las leyes del comic que por aquel tiempo todavía hacían furor en Francia, es decir, la (mal asimilada) influencia que en Caro ejerce el movimiento artístico-intelectual, si así puede llamarse, emanado de la revista Metal Hurlant  y afines, al menos en este film y en el que le siguió ya con menos éxito: La ciudad de los niños perdidos (La Cité des enfants perdus, 1995):  esa especie de culto a lo que se llamó distopías retro-futuristas (nada menos.) Claro es que lo que funciona dibujado sobre el papel no necesariamente ha de hacerlo sobre la pantalla, más aún si está mal escrito y sólo se toma lo más superficial del comic (y vamos a correr un caritativo velo sobre la capacidad, digamos, artística, de los autores del engendro...) 

Lo malo es que este aburrido mejunje se basa únicamente en el aspecto visual para mostrar lo que no acaba siendo sino una serie de chistes sin demasiada gracia (a menos que se sea francés) mal enhebrados en una anécdota tan inconsistente que muy bien se podría prescindir de ella: la tentativa de historia de amor, seguramente aportación de Jeunet al invento con esa protoamélie del personaje que interpreta Marie-Laure Dougnac; y es precisamente ese aspecto visual, pilar sobre el que se asienta la película, ya se ha dicho, lo que a estas alturas chirría y repele: el uso continuo de filtros anaranjados, tan útiles, cierto, a la hora de enmascarar defectos de sintaxis en la composición de las imágenes; la utilización abusiva de objetivos gran-angular en los primeros planos, tan útiles, los gran-angulares, a la hora de ocultar la más absoluta inepcia en la dirección de actores, convirtiendo además lo que se pretendía grotesco pero conmovedor en sencillamente ridículo; la caótica serie de planos picados, contrapicados, oblicuos y haciendo el pino con que se nos abruma en esta especie de catálogo de cómo colocar la cámara donde menos falta hace… en fin. No hay mucho más que decir, habida cuenta de que no existe algo que recuerde mínimamente al lenguaje cinematográfico: no hay desarrollo de la acción, sólo secuencias inconexas que se van sucediendo montadas a la buena de Dios (aunque quizá convendría decir au hasard…)
La siguiente colaboración de Caro y Jeunet, esa La ciudad de los niños perdidos, fue también la última película que hicieron juntos. Y, francamente, eso que salió ganando el Cine (sí, con mayúscula.)

Ficha:
Título original: Delicatessen
Año de producción: 1991
Duración: 95 min.
País: Francia
Dirección: Jean-Pierre Jeunet, Marc Caro
Guión: Jean-Pierre Jeunet, Marc Caro, Gilles Adrien
Música: Carlos d'Alessio
Fotografía: Darius Khondji
Reparto: Dominique Pinon, Howard Vernon,
                 Chick Ortega, Pascal Benezech,
                 Marie-Laure Dougnac, 

                 Jean-Claude Dreyfus,  Karin Viard, 
                 Anne-Marie Pisani,
                 Silvie Laguna, Jean-François Perrier,
                 Dominique Zardi, Marc Caro
Género: Fantástico, comedia