31 de enero de 2014

Banitsa de setas con jamón

La banitsa, cuyo nombre significa literalmente pastel es una especie de bollo de masa de hojaldre o filo, típico de la cocina tradicional búlgara. Aunque lo más común es un relleno a base de huevos, yogur y queso al que se puede añadir mantequilla o manteca de vaca, lo cierto es que existen multitud de variantes tanto dulces como saladas. Es muy sencilla de preparar (la única dificultad está en el manejo de la siempre delicada masa filo) y como todas las recetas basadas en rellenos permite combinar distintos ingredientes eligiendo los que cada uno prefiera. Los defensores de las esencias y los puristas de las tradiciones seguramente verán con desagrado esta herejía que os propongo hoy, pero os aseguro que está muy, muy rica. Y, ¿quién ha dicho que la ortodoxia haya sido alguna vez creativa? Las cantidades especificadas dan para una banitsa de un tamaño adecuado para dos personas, así que modifíquelas  en función del número de comensales. Las setas pueden ser frescas, congeladas, en conserva o desecadas, y las prepararemos con antelación según sea necesario en función del tipo de las mismas.

Ingredientes
Tres hojas de masa filo
Dos cebolletas
350 gr de setas variadas
75 gr de picadillo de jamón
Una taza de café de hojas de rúcula picadas
50 gr de mantequilla
Un huevo
Una cucharada de semillas de amapola
Una o dos  cucharadas de almendras molidas
Sal
Pimienta
Aceite de oliva

  • Pelamos las cebolletas y cortamos los tallos verdes pero dejando una longitud de unos seis o siete centímetros (tres o cuatro dedos) de los mismos. Las picamos en juliana fina y las pochamos a fuego suave con un poco de aceite y una pizca de sal. Deben quedar blandas pero sin que cojan color. Cuando ya estén, escurrimos bien el exceso de aceite y reservamos.
  • Picamos las setas en trozos pequeños y las salteamos unos minutos hasta que suelten el exceso de agua.
  • Mezclamos con el pochado de cebolleta, rehogando un par de minutos. Añadimos el jamón en picadillo muy fino, damos un par de vueltas, corregimos de sal, (ojo, que el jamón ya lleva)apagamos el fuego y retiramos dejando sobre un colador, para que escurra bien, hasta que esté templado. Mezclamos entonces con las hojas de rúcula finamente picadas.
  • Colocamos sobre una superficie adecuada una hoja de masa filo y la untamos ligeramente con la mantequilla derretida al baño maría, la espolvoreamos con almendra molida y colocamos sobre ella otra hoja de masa en la que repetimos la operación, así como con la tercera hoja.
  • Cortamos estas tres hojas longitudinalmente en dos partes y sobre cada una de ellas colocamos, a lo largo, una parte del relleno. Enrollamos para formar dos tubos que uniremos por un extremo y colocaremos en espiral en un recipiente apto para el horno.
  • Pintamos con huevo batido, espolvoreamos con las semillas de amapola y llevamos al horno, que tendremos precalentado a 180º, hasta que la masa tenga un bonito color tostado. Ojo que no se queme.

29 de enero de 2014

Lubina rellena

La combinación de pescado y verduras es una de las más saludables, equilibradas y nutritivas. Es también una alternativa que ofrece múltiples combinaciones en la cocina para preparar nuestra comida. Desde el vapor hasta el horno pasando por las plancha o la sartén, sólo tenemos que dejar libre a nuestra imaginación y unir los ingredientes armónicamente para conseguir platos capaces de satisfacer no sólo a las necesidades alimenticias sino a la vista al olfato y, claro está, al gusto. La mezcla de verduras y hierbas en esta receta es todo un descubrimiento: su suavidad y delicado aroma realzan la finura de la carne de la lubina, lo que unido al sabor ligeramente pungente del aceite de oliva y la leve acidez de los tomates cherry convierten este plato en un festival para el paladar. Las lubinas pueden comprarse ya fileteadas, o seducir al pescadero (o a la pescadera) para que nos las prepare. En cuanto a los tomates cherry elíjalos variados: rojos, amarillos, verdes, kumato... eso dará a nuestro plato un colorido espectacular.

Ingredientes para cuatro personas
Cuatro lubinas de ración en filetes
Cuatro chalotas
Un puerro
Medio bulbo mediano de hinojo
Cuatro rabanitos
250 gr de tomates cherry variados
Dos cucharadas de rúcula picada
Dos cucharadas de cebollino picado
Sal
Pimienta
Aceite de Oliva

  • Cortamos finamente el cebollino y las hojas de rúcula y las mezclamos.
  • Colocamos los filetes de lubina sobre una bandeja parar el horno, los salpimentamos al gusto, los regamos con un hilo de aceite de oliva y ponemos una pequeña cantidad de la mezcla de cebollino y rúcula sobre cada uno.  Reservamos.
  • Pelamos todas las verduras, lavando muy bien los rabanitos, las cortamos en juliana fina y las pochamos con un poco de aceite y una pizca de sal hasta que estén hechas pero sin dejar que se quemen.
  • Escurrimos muy bien el exceso de aceite, mezclamos con el resto del cebollino y la rúcula, repartimos esta mezcla sobre cuatro de los filetes de lubina y tapamos con los otros cuatro filetes.
  • Llevamos al horno que tendremos precalentado y dejamos unos veinte minutos, o hasta que el pescado esté hecho. Vigile para que no se quede muy seco.
  • Mientras, escaldamos los tomatitos cherry y los pelamos. Podemos dejarlos enteros o cortarlos por la mitad, como prefiramos. Los aliñamos con aceite de oliva de buena calidad y una pizca de sal.
  • Servimos el pescado acompañado por los tomates en un plato en el que pondremos un poco de aceite de oliva a modo de salsa.


27 de enero de 2014

Pappardelle a las finas hierbas con ajo y aceite de oliva

Si hay algo que fascina de la pasta, aparte de su riqueza nutritiva y su riqueza gastronómica, es su variedad. Nada como pararse delante del estante de las pastas en el supermercado para dejar volar la imaginación pensado en las infinitas posibilidades que se nos ofrecen. Por cierto que el debate pasta fresca vs pasta seca es otra de esas estériles discusiones que a nada conducen, pues una y otra tienen las mismas propiedades nutritivas y su uso es una cuestión (geográfica) de costumbre ya que las frescas se utilizan más en el norte de Italia, mientras que las secas son más propias del sur. La diversidad de formas, tamaños y hasta colores son ya un buen indicio de su versatilidad en la cocina. Las pappardelle son esas cintas anchas de hasta  3 cm. Su nombre viene de un verbo que significa engullir, pero en singular (pappardella) también significa discurso o escrito largo, y sobre todo aburrido. Nada que ver con esta receta, pues ni su elaboración es larga ni comerla resulta aburrido: todo lo contrario, véase.

Ingredientes para cuatro personas
500 gr de pappardelle
2 dientes de ajo
Un ramillete de perejil
Un ramillete de albahaca
Un ramillete de ramitas de cebollino
tres hojas de laurel
Aceite de oliva
Sal
Pimienta

  • Comenzaremos pelando los ajos y triturándolos bien en el mortero. Agregamos aceite de oliva de la mejor calidad, mezclamos bien y reservamos dejando reposar.
  • Hervimos la pasta en abundante agua con sal y las hojas de laurel siguiendo las instrucciones del fabricante en cuanto al tiempo de cocción.
  • Picamos muy finamente las hierbas y las mezclamos.
  • Escurrimos bien la pasta, retiramos las hojas de laurel y añadimos las hierbas y pimienta al gusto mezclando bien.
  • Servimos espolvoreado con un poco más de las hierbas y aliñado con el aceite de ajo.
  • Si se desea se puede poner un poco de queso parmesano rallado, servido aparte para que cada uno se ponga la cantidad que quiera.

26 de enero de 2014

A propósito de Llewyn Davis


Ethan y Joel Cohen
Que los hermanos Cohen entreguen una comedia no es raro, una buena parte de su cine lo es y en otras muchas de sus películas hay elementos que remiten a ella. Pero sorprende un poco que en esta mirada a los sesenta, teóricamente narrada en clave de humor, haya más nostalgia que humor y que su proverbial y afilada ironía esté un tanto mellada. Basada, más o menos, en las memorias del músico Dave Van Ronk, hay que decir enseguida que A propósito de Llewyn Davis no es una mala película sino una película ligeramente frustrante, quizá porque promete más de lo que acaba dando, quizá porque la perversión de las reglas del género, marca de los Cohen, no acaba de funcionar del todo. A las peripecias del fracasado músico de folk paseando su derrota por el neoyorkino Greenwich Village les falta mordiente, el pelaje de la fauna entre la que se mueve remite en exceso al Woody Allen más verborreico y superficial y al apunte de road movie del viaje a Chicago, la parte más floja del invento, le sobran tópicos y le falta el sarcasmo que la figura del gordo magistralmente interpretado por John Goodman está pidiendo a gritos. El propio personaje central, y en torno al cual se articula toda la historia, está como desdibujado, falto de concreción, a lo que seguramente contribuye la plana interpretación del poco expresivo Óscar Isaac. Pero los Cohen conocen los entresijos del lenguaje cinematográfico como pocos cineastas en nuestros días. Su dominio de las técnicas narrativas es apabullante como demuestra la solidez de este guión a pesar de estar escrito sobre una levísima anécdota. Su cámara, aunque aquí con el filo un tanto embotado, es un bisturí que disecciona sin piedad.


Su capacidad de síntesis asombra por su eficacia y su aparente sencillez (véanse las secuencias en las que Llewyn Davis/Óscar Isaac prepara y se come una tortilla.) En una historia en la que apenas ocurre nada y lo que ocurre es repetitivo, el ritmo de la narración no decae en ningún momento y avanza sin tropiezos, con una engañosa suavidad. Las interrupciones en el ritmo narrativo que siempre suponen la inclusión de canciones, están resueltas con una sorprendente naturalidad y sólo nos parecen excesivas a los no fanáticos de la música folk americana de los años sesenta. La agudeza de los Cohen para los gags más hilarantes se pone de manifiesto en la irónica autocita en la peripecia con el gato, cuya persecución en el vagón del metro hace recordar en algún momento a su Raising Arizona, (Arizona Baby, 1987.) Las interpretaciones no son, quizá, lo mejor de la película. Se salva, claro, ya está dicho, la inmensa sabiduría de John Goodman, y cumple el resto del reparto, con la excepción de Carey Mulligan, siempre sobreactuada, siempre al borde del ridículo. Pero es una película que se ve con agrado, y aunque hace añorar el caustico estilo de los Cohen, deja unas pocas migajas de buen, de buenísimo cine y hace sonreír de vez en cuando. No es que sea gran cosa, pero según está el cine últimamente, ya es bastante.




Ficha:
Título original: Inside Llewyn Davis
Año de producción: 2013
Duración: 105 min.
País: USA
Dirección: Joel Coen & Ethan Coen
Guión:Joel Coen & Ethan Coen
Música: (Varios autores)
Fotografía: Bruno Delbonneln
Reparto: Oscar Isaac, Carey Mulligan,
              John Goodman, Ethan Phillips,
              Garrett Hedlund, Justin Timberlake,
              Max Casella, F. Murray Abraham,
              Jeanine Serralles, Stark Sands,
              Jerry Grayson, 
              Robin Bartlett, Adam Driver 
Género: Comedia dramática

24 de enero de 2014

Garbanzos con costillas

Hoy os invito a preparar un plato en verdad suculento y energético, rico en nutrientes que nos ayuden a pasar estos días de frío, aunque quizá poco apto para obsesos de la dieta. Sin embargo, la cantidad de grasas de la carne de cerdo es mucho menor de lo que en general se piensa: sólo el 9% de contenido graso, y si limpiamos cuidadosamente la grasa superficial de las costillas podemos eliminar una buena parte del exceso de la misma. No hay que olvidar que la carne de cerdo es muy rica en vitamina B1, necesaria para que nuestro organismo asimile correctamente los hidratos de carbono. En cuanto a los garbanzos, de los que ya he hablado pues en este blog hay varias recetas en las que se utilizan, recordaré una frase de un libro del doctor  Grande Covián:  Los garbanzos contienen fibras solubles, denominadas betaglucanos que, en el proceso digestivo, forman un gel con el agua intestinal impidiendo la absorción de gran parte del colesterol presente en el intestino durante la digestión”.

Ingredientes ara cuatro personas
500 gr de garbanzos
500 gr de costillas de cerdo
Una cebolla
Un diente de ajo
3 clavos de olor
Una cucharada de orégano
Una cucharadita de pimentón
Sal
Pimienta

  • Ponemos en remojo los garbanzos la noche anterior, y cuando nos pongamos a preparar nuestra receta comenzamos eliminando cuidadosamente la grasa superficial de las costillas, las ponemos en una fuente, las salpimentamos al gusto y las espolvoreamos con el orégano. Dejamos reposar una media hora.
  • En una sartén ligeramente engrasada doramos las costillas unos minutos para que suelten el exceso de grasa.
  • Ponemos en la olla exprés los garbanzos bien escurridos y lavados al chorro del grifo, las costillas, la cebolla pelada y cortada en cascos y los clavos de olor, añadimos agua justo para cubrir los ingredientes y dejando unos treinta minutos desde que comience a salir el vapor.
  • Cuando la olla esté despresurizada y podamos abrirla, separamos la cebolla y un par de cucharadas de garbanzos y lo trituramos con la batidora. Reservamos.
  • En una sartén con una cucharada de aceite freímos el ajo ligeramente aplastado y cuando empiece a dorarse añadimos el pimentón, fuera ya del fuego pare que no se queme, y agregamos a la olla con los garbanzos y las costillas, removiendo para que se mezcle bien.
  • Añadimos ahora la cebolla y los garbanzos triturados para que el caldo engorde, dejamos que de un hervor de unos cinco minutos, apagamos el fuego y dejamos reposar otros cinco minutos antes de servir.


22 de enero de 2014

Coliflor gratinada con salsa de tomate

Estamos en temporada de coliflor, y siendo, como lo es, muy baja en calorías, (casi el 92% es agua) resulta adecuada para prepararla gratinada con una bechamel, a la que un poco de jamón picado (junto con los cominos con los que vamos a hervir la verdura para evitar olores y flatulencias) le añade un plus de sabor que realza esta saludable pero un poco sosa hortaliza. Es una receta muy sencilla y económica y como la bechamel esta vez la haremos con alguna leche vegetal, como la de soja, también será apta para que los cuentacalorías la disfruten. Y al servirla con una salsa de tomate conseguimos un plato rico y colorido, agradable al gusto y a la vista. Como no podía ser menos, también la coliflor es una planta-milagro:  por ejemplo tiene un alto contenido en folatos, esenciales en la formación de glóbulos rojos y blancos. Es recomendable para el fortalecimiento del sistema inmunológico y posee propiedades antioxidantes gracias a la vitamina C que contiene. Así que, venga, vamos a ello.

Ingredientes para cuatro personas
Una coliflor de unos 800 gr.
Dos - tres cebolletas
Dos cucharadas de harina
500 cl de leche de soja
Dos cucharadas de jamón picado
8 cucharadas de salsa de tomate
Sal
Aceite de oliva
Pimienta
Nuez moscada
1/4 de cucharadita de cominos

  • Retiramos las hojas exteriores de la coliflor y separamos los ramilletes que pondremos a hervir en un olla con abundante agua y sal y los cominos. Quince minutos deberían ser suficientes, pero hágalo a su gusto. Cuando ya estén retiramos del fuego, escurrimos y reservamos colocadas en una fuente apta para el horno.
  • En una sartén tostamos ligeramente la harina para evitar el sabor a crudo en la bechamel. Reservamos.
  • Pelamos y picamos en juliana muy fina las cebolletas que pocharemos a fuego suave con un poco de aceite.
  • Cuando el pochado esté trasparente y sin dejar que coja color, retiramos el exceso de aceite y añadimos la harina removiendo bien. Vamos agregando la leche de soja, siempre removiendo para evitar grumos, hasta conseguir una bechamel fluida. Cuando ya casi esté añadimos el picadillo de jamón, pimienta y nuez moscada al gusto y mezclamos bien. Corregimos de sal y vertemos sobre la coliflor.
  • Llevamos al horno que tendremos precalentado a 200º y dejamos gratinar unos diez minutos. Recuerde que el tiempo exacto dependerá de su horno. Cuando vaya cogiendo un bonito color tostado, pero cuidando que no se queme, sacamos y servimos sobre un par de cucharadas de salsa de tomate, que puede preparar según se indica aquí.


20 de enero de 2014

Porrusalda

Plato de origen vasco o vasco navarro, la porrusalda, cuya traducción literal del euskera es caldo de puerro, consiste en una especie de sopa o estofado caldoso a base de verduras entre las que predomina el puerro, y parece que en su origen era sencillamente un caldo de puerros y patatas al que se añadía algún trozo de pescado para darle sabor. Como tantas otras recetas de la cocina tradicional, la porrusalda fue evolucionando, adaptándose a las disponibilidades de cada lugar y de  cada despensa y a la imaginación de cada cocinero. Así, podemos encontrar auténticas porrusaldas con o sin zanahorias, con o sin calabaza, con costillas de cerdo, con cabeza de merluza, con butifarra... Y desde luego con bacalao, que es como vamos a prepararla hoy. Es un plato ideal para esta época del año, ligero, nutritivo, reconstituyente. Y económico. (En alguna parte he leído que no es necesario utilizar bacalao de gran calidad, alegando no sé qué extrañas razones de sabor. Me parece un error. La cantidad de bacalao necesaria para una buena porrusalda no encarece esta receta, el resto de cuyos ingredientes son realmente baratos. Use un buen bacalao y no se arrepentirá.)

Ingredientes para cuatro personas.
4 - 5 puerros medianos
3 patatas
Dos cebolletas
Un pimiento verde
300 gr de bacalao
750 cl de caldo de verduras
Un vaso de vino blanco
Dos dientes de ajo
Un ramillete de perejil
Tres hojas de laurel
1/2 cucharadita de granos de pimienta negra
Sal
Aceite de oliva

  • Ponemos el bacalao a desalar con tiempo suficiente, (vea aquí una manera de hacerlo) y cuando vayamos a preparar nuestra porrusalda lo ponemos a fuego lento en una olla con agua, las hojas de laurel y los granos de pimienta. Dejamos que rompa a hervir, apagamos inmediatamente el fuego y retiramos la olla que reservaremos tapada hasta que temple y podamos desmigar el bacalao sin quemarnos.
  • Pelamos los ajos, picamos el perejil y lo machacamos todo junto en el mortero. Añadimos el vino blanco, mezclamos bien y reservamos.
  • Lavamos bien y pelamos las verduras, las troceamos en grueso y las pochamos en una olla con un chorro de aceite y un poco de sal, a fuego suave, durante unos quince minutos. Ojo que no se peguen ni se quemen.
  • Regamos con el caldo de verduras que tendremos hirviendo, salamos con cuidado teniendo en cuenta el grado de desalado del bacalao y dejamos que se hagan a fuego suave hasta que las verduras estén tiernas sin que se deshagan.
  • Agregamos la picada de ajo y perejil, el bacalao desmigado y un par de cacillos del caldo del bacalao, dejando que de un hervor unos cinco minutos más.
  • Comprobamos de sal, apagamos el fuego y dejamos reposar unos minutos antes de servir. 


18 de enero de 2014

Bizcocho de vainilla y café

Los bizcochos son una de las especialidades de la repostería más asequibles a la hora de  elaborarlos, y por eso se encuentran entre las que más satisfactorias nos resultan a los cocinillas con más (buena) voluntad que mañas y conocimientos. Es difícil hacer un mal bizcocho, a poco que se tengan en cuenta unas pocas reglas elementales, y es de las preparaciones que admiten múltiples variaciones con sólo añadir o cambiar algún ingrediente. Partiendo de una idea básica que incluye harina, leche o mantequilla, huevos y algún edulcorante, podemos dejar volar la imaginación, y ahí está la blogosfera culinaria llena de bizcochos de limón, naranja, chocolate, almendras, yogur, cualquier futa que imagine... o mezcla de cualquiera de ellos para dar fe.  ¿La reglas elementales? Bien sencillas:  Elaborar la masa sin prisas, mezclando cuidadosamente los ingredientes hasta conseguir una masa fluida y sin grumos. Añadir los huevos de uno en uno y no añadir el siguiente hasta no tener bien incorporado el anterior. Recordar que cuanto más se bata la masa más esponjoso será el bizcocho. Tener el horno precalentado a unos 180º - 190º. No abrir nunca la puerta del horno mientras la masa está subiendo para evitar que la temperatura baje bruscamente, ya que entonces nuestro bizcocho no subiría como debería. Si el bizcocho se dora demasiado pronto porque hemos puesto el horno un poco más fuerte de lo necesario, tapar con un papel para horno humedecido para que el bizcocho acabe de cocerse sin que se queme... Dejarle enfriar antes de desmoldarle y dejar que acabe de enfriarse sobre una rejilla para que pierda el exceso de humedad... Y vamos ya a la cocina. (Aunque yo he utilizado sacarina, es evidente que puede utilizarse el edulcorante preferido, incluido, es claro, el azúcar, en cuyo caso no más de 100 gr. Si usa otro edulcorante, como estevia, por ejemplo, siga sus propias preferencias.  Y por supuesto que el café puede ser descafeinado si se quiere. Las cantidades especificadas sirven para un molde del tipo plum cake de unos 20 cm.)

Ingredientes
200 gr de harina
4 huevos
125 gr de mantequilla
60 gr de almendras molidas
1 sobre de levadura tipo Royal
2 cucharaditas de café soluble o 1/2 taza de café concentrado
1 cucharadita de esencia de vainilla
2 gr (2 sobrecitos) de sacarina

  • Dejamos que la mantequilla se ablande hasta que adquiera el punto pomada.
  • Disolvemos el café en media taza de agua y reservamos.
  • Untamos el molde con un poco de mantequilla y harina y encendemos el horno a 180º.
  • Batimos en un cuenco la mantequilla con las varillas, o con un tenedor,  hasta conseguir una crema fluida. Añadimos el edulcorante y mezclamos bien. Si utiliza azúcar, bata bien hasta tenerla perfectamente integrada.  
  • Añadimos las almendras y mezclamos de nuevo muy bien.
  • Vamos añadiendo los huevos de uno en uno y batiendo para integrarlos en la masa, no añadiendo el siguiente hasta tener bien integrado el anterior.
  • Mezclamos la levadura con la harina y vamos incorporándola tamizada con ayuda de un colador, mezclando muy bien para que no queden grumos. (Es más fácil si no agregamos toda la harina de un golpe.)
  • Separamos en dos cuencos esta masa y añadimos la vainilla en uno y el café en el otro, mezclando cuidadosamente.
  • Vertemos ahora en el molde la masa con el café, y sobre ella la masa con la vainilla procurando que no se mezclen del todo. Recuerde que el molde sólo debe quedar lleno en sus dos terceras partes.
  • Llevamos al horno y dejamos hasta que al pinchar en el centro el pincho salga limpio. 
  • Dejamos enfriar antes de desmoldar y ponemos nuestro bizcocho sobre una rejilla para que pierda el exceso de humedad.
 

16 de enero de 2014

Timbal de col con jamón

La col, o berza, es uno de los ingredientes más utilizados en las gastronomías populares de la zona norte de España, integrante obligatorio del caldo gallego, el pote asturiano o el cocido  montañés y es la envoltura usada para elaborar los catalanes farcellets. Conocida y usada ya en la antigüedad por celtas, griegos y romanos, cabe recordar que Catón la cita como remedio para aumentar la producción de leche en las mujeres.  Contiene vitamina C, ácido fólico y niacina y apreciables cantidades de compuestos azufrados llamados glucosinolatos que son los responsables del fuerte olor que desprende durante su cocción así como de su sabor. Algo que podemos evitar fácilmente añadiendo una cucharadita de hinojo o de cominos al cocinarla, lo que además contribuye a darle un sabor más agradable. Es también, dicen, un remedio natural contra la acidez de estómago. Resulta muy económica y ahora está en temporada, así que resulta aconsejable no desdeñarla y usar un poco la imaginación para preparar platos tan ricos y resultones como este timbal.

Ingredientes para cuatro personas
Una col de  aproximadamente un kilo
Tres patatas medianas
Una cebolla
150 gr de picadillo de jamón
Dos dientes de ajo
Un ramillete de perejil
Una cucharadita de semillas de hinojo
Un cuarto de cucharadita de cominos
Sal
Aceite de oliva

  • Pelamos las patatas, las cortamos en trozos irregulares y las ponemos a cocer al vapor unos quince minutos. Sacamos, escurrimos bien y reservamos .
  • Limpiamos la col de las hojas exteriores más duras y eliminamos también el tronco central, cortamos el resto en juliana fina, lavamos al chorro del grifo y lo ponemos a cocer en abundante agua con sal y la cucharadita de semillas de hinojo hasta que esté tierna. Escurrimos bien y reservamos, retirando tres o cuatro cucharadas para hacer la salsa. No tire el agua de la cocción: usaremos un poco para la salsa y guardaremos el resto congelándolo para otra ocasión.
  • En una sartén con un poco de aceite de oliva pochamos la cebolla y el ajo finamente picados. Cuando ya esté trasparente la cebolla retiramos el exceso de aceite, añadimos la col y rehogamos un par de minutos. Agregamos el perejil picado y el picadillo de jamón, apagamos el fuego y reservamos.
  • Trituramos la col que habíamos reservado añadiendo un par de cacillos del caldo de la cocción y los cominos molidos, pasamos por el chino o por un colador y reducimos un poco a fuego suave.
  • En una sartén con abundante aceite de oliva doramos las patatas. Recuerde que ya están cocidas: el aceite tiene que estar muy caliente para que sólo se doren y queden crujientes sin empaparse de aceite.
  • Salseamos el plato y sobre esta salsa servimos la col ayudándonos de un molde de cocina redondo. Acompañamos con las patatas fritas espolvoreadas con una pizca de sal.

14 de enero de 2014

Tronquitos de calabacín gratinados rellenos de pollo con guarnición de zanahorias confitadas

Tras haber sobrevivido a las procelosas aguas de la Navidad, los escollos de la Nochevieja, al amor universal por decreto y a plazo fijo y a la obligación de ser feliz, volvemos a la bendita normalidad y a la batalla diaria por, simplemente, vivir. Y como el resultado de tanto amor, felicidad y despilfarro es un enero en cuesta (arriba) y un estómago necesitado de paz, vamos a tratar de elaborar recetas ricas, saludables, apetitosas y baratas. Como estos deliciosos calabacines rellenos a los que con un poco de imaginación convertimos en un atractivo plato no sólo para el paladar sino también para la vista. Y además muy completo pues incluye los minerales, vitaminas y fibra de la verdura y las proteínas de la carne del pollo y de los lácteos. Su preparación es muy sencilla y el precio final realmente económico. Vamos a ello.

Ingredientes para cuatro personas
3 calabacines
300 gr de contramuslos de pollo
1/2 cebolla
4 zanahorias medianas
2 dientes de ajo
50 gr de queso emmental rallado
75 gr de mantequilla
Una cucharada de orégano
Sal
Pimienta
Aceite de oliva

  • Troceamos la carne pollo, bien limpia de grasa, en un picadillo muy menudo. La salpimentamos al gusto, añadimos el orégano y un hilo de aceite de oliva y reservamos.
  • Lavamos los calabacines y los cortamos en trozos de unos ocho centímetros de largo (vienen a ser cuatro dedos, no hace falta echar mano de la regla graduada...) y los ponemos a hervir al vapor durante seis o siete minutos o hasta que queden tiernos pero enteros. Ojo que no se deshagan. Retiramos y reservamos hasta que se enfríen.
  • Mientras, pelamos la cebolla y los ajos en juliana muy fina y los pochamos en aceite de oliva y con una pizca de sal a fuego muy suave.
  • Cuando ya estén blandos pero sin que cojan color retiramos el exceso de aceite, añadimos el picadillo de pollo y dejamos , removiendo bien de cuando en cuando, hasta que el pollo se haga. Unos diez minutos a fuego suave serán suficientes.
  • Vaciamos con cuidado la pulpa de los calabacines dejando una pared y procurando no romperlos.
  • Añadimos esta pulpa bien troceada al pollo y removemos para que se mezcle bien. Rehogamos un par de minutos, comprobamos de sal, retiramos del fuego y trituramos ligeramente con la batidora procurando que nos quede una masa no demasiado fina.
  • Rellenamos con esta mezcla los tronquitos de calabacín y los colocamos en una bandeja para horno, tapando cada uno con el queso rallado. Los llevamos entonces al horno que tendremos precalentado a unos 180º. Dejamos hasta que el queso funda y gratinamos para conseguir un bonito color tostado.
  • Mientras, ponemos la mantequilla a derretir en un cazo y cuando ya esté añadimos las zanahorias bien lavadas y cortadas en rodajas finas, dejando que se hagan a fuego muy bajo, hasta que queden tiernas pero enteras. Ojo, la mantequilla no debe hervir así que deje el fuego al mínimo que permita su cocina. Si las zanahorias son tiernas se hacen enseguida, vigile.
  • Servimos y disfrutamos de este rico plato.