El tomate es el fruto de la tomatera, una planta originaria de América traída a Europa después de la conquista de los españoles. Rico en Vitaminas C y A, así como en las del grupo B (B1, B2, B5), contiene también cantidades importantes de minerales (potasio, fósforo, hierro, calcio y magnesio entre otros). Su color rojo se debe al licopeno, un carotenoide con propiedades antioxidantes. El tomate es depurativo y aporta muy pocas calorías ya que la mayor parte de su peso es agua, lo que le hace muy recomendable en dietas de adelgazamiento. Hay muchas variedades aptas para su uso en distintas preparaciones culinarias y a la hora de comprarlos debemos tener en cuenta cómo vamos a consumirlos. Puesto que aquí vamos a preparar una salsa de tomate, elegiremos tomates bien maduros ya que así serán menos ácidos, y de alguna variedad carnosa, como los tomates pera. La salsa de tomate es una de esas recetas de las que existen tantas variaciones como cocineros y su extraordinaria popularidad se debe a que combina divinamente con casi todo, desde las pastas a los pescados pasando por las carnes y casi cualquier otro vegetal. Esa popularidad, unido a la aptitud del tomate para la conserva, ha hecho que abunden en el mercado infinidad de salsas de tomate, algunas, desde luego, de calidad. Pero si quiere una salsa con las que cualquier comensal rebañará el plato, hágala en casa. Es fácil aunque quizá un poco laboriosa, pero vale la pena. Hoy prepararemos una salsa concentrada, lo que significa que debemos tener en cuenta la merma de al menos la mitad del peso de los tomates. En cuanto a las hierbas aromáticas se pueden usar la que cada uno prefiera en función del uso que vayamos a dar a la salsa. Por ejemplo, para acompañar a la pasta puede ir bien el orégano o la albahaca. Para el pescado el eneldo y para el pollo el estragón, mientras que para las carnes va muy bien el tomillo o el romero.
Ingredientes para medio kilo de salsa.
Un kilo (largo) de tomates pera bien maduros
300 gr. de cebollitas francesas
Dos o tres dientes de ajo
Una cucharada de hierbas aromáticas
Pimienta
Sal
Una pizca de azúcar
Aceite de oliva
Comenzaremos pelando los tomates, para lo cual se suele aconsejar escaldarlos unos segundos en agua hirviendo. Ya pelados, pueden eliminarse si se quiere las semillas, lo que ayudará a suavizar la acidez. Machacamos su carne con un tenedor pero no demasiado, a fin de que en la salsa se noten los trocitos, no vamos a hacer a tomate triturado. Añadimos una pizca de azúcar y reservamos. Pelamos y picamos en trozos finos las cebollas y las pochamos a fuego lento hasta que estén blandas pero sin quemarse. Las escurrimos bien del aceite y las reservamos. En la misma sartén y con un par de cucharas del aceite de freír las cebollas doramos los ajos cortados en láminas y cuando ya estén ponemos el tomate dejando que se rehogue un par de minutos con el ajo. Añadimos la cebolla y mezclamos bien. Bajamos el fuego al mínimo y lo dejamos hasta que haya reducido y nos quede una salsa espesa y consistente. Comprobamos la acidez y la sal corrigiendo si es necesario, añadimos las hierbas aromáticas y la pimienta, dejamos unos minutos más y ya tenemos una deliciosa salsa de tomate para acompañar cualquier plato.
Qué rica te ha salido, soy fan de las salsas de tomate caseras... Me la tomo a cucharadas o untada con pan... Es un privilegio poder hacer estas salsas ya que el sabor cambia muchísimo comparado con el de las salsas industriales. La pena es que no siempre hay tiempo para hacer todo lo que uno desea.
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