19 de enero de 2013

El crepúsculo de los dioses


Billy Wilder
Dejadme hablaros hoy de una de las películas más feroces jamás filmadas: un bocado exquisito, sin embargo,  para paladares refinados y una obra maestra del cine. De todas las ácidas sátiras e implacables radiografías sociales filmadas por Billy Wilder, pocas son tan despiadadas como este crudo retrato del Hollywood de su época. Con un guión perfecto del propio Wilder y Charles Brackett,  mezcla como suele ocurrir chez Wilder de géneros que van de la comedia al más negro cine negro pasando por el terror, consiguen con él una amalgama impecable en la que cada género se funde con los demás para crear una mezcla  única de férrea solidez en una de esas imprescindibles lecciones de cómo usar el lenguaje cinematográfico: ahora que tanto se usa y abusa de los estilemas más trillados para evitar las narraciones lineales, he aquí una magistral aplicación de dos recursos estilísticos clásicos: la voz en off del protagonista, ya muerto, cuenta en un largo flashback la historia que le llevó a la muerte dando lugar así a una de las estructuras narrativas más eficaces y sorprendentes. Se hace siempre un especial hincapié en que Wilder y su coguionista aprovechan la turbia relación de un joven guionista con una vieja y olvidada estrella del cine mudo para componer un análisis demoledor sobre los entresijos del  mundillo del cine, lo que es cierto, pero se olvida  que es también, y sobre todo, diría yo, una dura mirada a las miserias humanas: ambición, mediocridad, engaño… cobardía. La cámara de Wilder disecciona a sus personajes sin la menor compasión, los desnuda para dejarlos en carne viva delante del espectador que asiste fascinado a esta carnicería de la que sólo se libran, qué curioso, los dos directores de cine: DeMille interpretándose a sí mismo y von Stroheim como Max. 

 
Nada sobra en esta historia: la subtrama argumental que narra el conato de idilio entre William Holden y Nancy Olson, que podría pensarse como innecesaria, sirve magistralmente para aliviar la claustrofóbica atmósfera en la que se desarrolla la historia principal y para definir con un trazo más fino la personalidsad del personaje de Holden; la sorprendente relación entre la estrella y su mayordomo  funciona como conmovedora metáfora de la sumisión a que puede llegarse por el amor (y quizá pueda verse como una queja de Wilder por la importancia dada a los actores sobre los directores.) Inolvidables interpretaciones de todos los actores, con un William Holden metido en la piel del apuesto, cínico y descreído escritor pero entre  los que merece mención aparte la actuación de Gloria Swanson, magistralmente sobreactuada en su composición de la olvidada estrella del cine mudo, perdida en un mundo en el que sólo viven ella y sus recuerdos en uno de los personajes más duramente tratados por Wilder que sólo se apiada de ella cuando, ya perdida del todo la razón, la filma casi con mimo mientras ella cree interpretar a una enloquecida Salomé en un hipnótico descenso por la escalera rodeada de periodistas, una de las escenas más sobrecogedoras de esta sobrecogedora película. Es lamentable que se haya perdido la buena costumbre de reponer cine clásico porque esta es una película imprescindible.



Ficha:
Título original: Sunset Boulevard
Año de producción: 1950
Duración: 110 min.
País: USA
Dirección: Billy Wilder

Guión: Charles Brackett, Billy Wilder
Música: Franz Waxman
Fotografía: John F. Seitz
Reparto: William Holden, Gloria Swanson, 
                 Erich von Stroheim, Nancy Olson, 
                 Fred Clark, Jack Webb, Lloyd Gough, 
                 Cecil B. DeMille, Hedda Hopper, 
                 Buster Keaton, Anna Q. Nilsson, 
                 H.B. Warner, Franklyn Farnum
Género: Drama

17 de enero de 2013

Pollo al cava con setas

Versión del clásico francés coq au vin, o pollo al vino, esta receta alegra un poco el siempre socorrido pero un tanto reiterativo pollo. Por alguna razón, que prometo investigar algún día, no acaba de seducirme usar en la cocina vino tinto, ingrediente fundamental del coq au vin, y cambiarlo sencillamente por vino blanco era… demasiado fácil. Así que he recurrido al cava, que da un especial toque ligeramente afrutado al guiso, lo que combina muy bien con las setas y contrasta con el leve sabor ahumado de la panceta. Una receta fácil y de resultado más que satisfactorio. Si es posible, usaremos pollo de corral, más sabroso y de carne algo más dura, así que téngalo en cuenta a la hora de la cocción. Y el cava que sea brut y de buena calidad, por favor, no recurra a esos botellines llenos de gas carbónico…  Y sírvalo con el mismo cava usado para guisarlo. En cuanto al atadillo de hierbas no es otra cosa que el típico Bouquet garni de tomillo, hojas de laurel, romero y ajedrea. Si no lo encuentra puede hacerlo usted mismo, o sustituirlo por una cucharadita de cada hierba.

Ingredientes para cuatro personas.
Un pollo como de 1,5 kg
400 gr de setas variadas
500 cl de cava
150 gr de panceta ahumada
Una cebolla
Un vasito de brandy
Un atadillo de hierbas
Sal
Pimienta
Aceite de oliva
  • Troceamos el  pollo limpiándolo bien de grasa y piel, salpimentamos y le doramos a fuego vivo en una cazuela con un buen chorro de aceite de oliva; cuando veamos que ya va estando bajamos el fuego y añadimos la panceta cortada en dados. Rehogamos un par de minutos más, sacamos y reservamos.
  • Pelamos y cortamos en octavos la cebolla y la ponemos a pochar, a fuego suave y con una pizca de sal, en el mismo aceite de dorar el pollo. Cuando comience a estar transparente escurrimos el aceite sobrante y agregamos el pollo y la panceta.
  • Regamos con el brandy y flambeamos. (Ojo, observe las precauciones de costumbre: no tenga la campana extractora encendida, vigile el fuego…)
  • Añadimos las hierbas y el cava justo para cubrir la carne y dejamos que rompa el hervor. Bajamos el fuego al mínimo y dejamos hacer durante treinta o cuarenta minutos, dependiendo de la calidad de la carne y de la intensidad del fuego. Vigile que no se agarre ni se quede demasiado seco; añada un poco de cava si es necesario.
  • Cuando la carne esté tierna probamos y corregimos de sal si es necesario, agregamos las setas troceadas, dejamos hacer ocho o diez minutos, apagamos el fuego y dejamos reposar.
  • Servir con las setas como guarnición.

 

15 de enero de 2013

Amor


Michael Haneke
Decir que el cine de Michael Haneke es frío es casi un tópico entre la crítica y los aficionados. Y sin embargo, hay en realidad tanta pasión y tanto fuego bajo las imágenes de sus películas que sorprende oír y leer siempre este lugar común. Hay, sí, una mirada de sombría lucidez, una visión de la condición humana que deslumbra por la intensidad con la que penetra en las circunstancias que rodean a cada uno de sus personajes.  Maestro en el arte de componer las imágenes, subyuga esa mirada hipnótica con la que su cámara contempla la acción: de una objetividad tan cruda que fácilmente puede tomarse por frialdad lo que no es sino apasionada forma de mirar: no hay distancia, si acaso brechtiano distanciamiento. Y si en La cinta blanca (Das weisse Band - Eine deutsche Kindergeschichte, 2009) estremecía con su aproximación a lo que bien pudieron ser los antecedentes del horror del nazismo, ahora en esta Amor estremece con su aproximación al horror de la decadencia física del ser humano. No es un cine fácil, el de Haneke, exige una entrega sin condiciones a sus postulados éticos y artísticos, pero si accedemos a esa exigencia la gratificación y aún el enriquecimiento ante sus imágenes están asegurados. Nos encontramos aquí ante una indagación en la naturaleza del dolor y del amor, en las consecuencias que produce el dolor (de la persona amada) y en la reacción ante una situación límite que Haneke desarrolla con su estilo pausado a través de un discurso tan luminoso como aparentemente despojado, con un  dominio de los tempi narrativos tan sutil que apenas deja entrever el rígido control de la escritura cinematográfica. 

 
Si algo sorprende y maravilla es la manera en que Haneke consigue eludir el riesgo de incurrir en sensiblerías o de dejarse llevar por obvias truculencias ante una situación que podría caer fácilmente en unas u otras: el pudor con el que está tratada esta atroz historia, la sensibilidad, y el respeto, que el director muestra por sus personajes conmueve tanto como lo que nos está contando. El testimonio de las devastadoras  consecuencias de ese dolor está expuesto con tanta verdad por Trintignant que uno sale del cine abrumado por la alucinada expresión de este inmenso actor en los minutos finales de la película; como angustia el progreso demoledor de la enfermedad mostrado con la misma verdad por Emmanuelle Riva.  Estos dos únicos personajes, más algún otro secundario que ayuda a  aliviar un tanto la tensión narrativa, sirven para que Haneke componga un dolorido poema sobre la, en último extremo, profunda soledad  del ser humano.  Soledad mostrada con tanta sobriedad que ni siquiera hay música que la subraye: apenas un par de ilustraciones con obras de Schubert  o Beethoven que ilustran más bien el contexto social de los personajes. Es, en fin, una obra maestra del cine, una de las películas más bellas y turbadoras que yo he visto. Absolutamente recomendable.


Ficha:
Título original: Amour
Año de producción: 2012
Duración: 127 min.
País: Francia, Austria, Alemania
Dirección: Michael Haneke
Guión: Michael Haneke
Música: Schubert, Beethoven, Bach
Fotografía: Darius Khondji
Reparto: Jean-Louis Trintignant, 
                Emmanuelle Riva, Isabelle Huppert, 
                William Shimell, Ramón Agirre, 
                Rita Blanco, Alexandre Tharaud,
                Laurent Capelluto, Carole Franck, 
                Dinara Drukarova
Género: Drama



12 de enero de 2013

Tatin de calabaza

Es sabido que la tarta tatin, esa joya de la repostería francesa, nació por un despiste de mademoiselle Stéphanie Tatin y que la receta original es a base de manzanas. Y que no hay blog de cocina que se precie que no la incluya en mil variaciones distintas, desde el plátano al mango pasando por las peras. Así que uno (o sea, yo) que tiene también el prurito de la originalidad ha intentado hacer algo distinto, cosa difícil en estos asendereados caminos de la cocina, así que espero haberlo conseguido: una tarta tatin de calabaza. Y aprovechando que la calabaza es bastante dulce, la haremos sin azúcar, sólo con el añadido de un poco de brandy. Fácil y sorprendentemente rica.

Ingredientes
Una lámina de hojaldre
400 de calabaza limpia
50 gr de mantequilla
Un chorro de brandy
Canela

  • Sacamos la mantequilla de la nevera y dejamos que se ablande a temperatura ambiente.
  • Cortamos la calabaza en trozos de unos cuatro centímetros de grosor, procurando darles una forma que nos permita rellenar un molde redondo válido para el fuego y el horno. (Vamos, como si fuéramos a hacer un mosaico con piezas desiguales.)
  • Cuando la mantequilla esté blanda la distribuimos en el fondo del molde y sobre ella ponemos los trozos de la calabaza, regamos con el brandy y ponemos a fuego suave para que caramelice. Unos quince o veinte minutos serán suficientes. Ojo que no se queme. Retiramos del fuego  y dejamos templar.
  • Cuando esté manejable, espolvoreamos con canela y cubrimos con la lámina de hojaldre remetiendo los bordes con ayuda de una espátula o cuchara y lo llevamos al horno que habremos precalentado a 180º, y dejamos que se haga durante unos 30 minutos o hasta que la masa esté cocida.
  • Dejamos templar un poco, desmoldamos con mucho cuidado de no quemarse y servimos tibia, acompañada de nata montada o helado al gusto. O sola, que no necesita mucho más.
 

10 de enero de 2013

Mousse de salmón

Es esta mi receta número 100 en este blog, así que he preparado algo especial para celebrarlo. Me he puesto a huronear por blogs y libros de cocina, cogiendo una idea de aquí y otra de allá añadiendo un poco de mi cosecha y mezclando todo bien mezclado, lo he presentado con un cierto arte (creo…) y aquí está el resultado: una mousse de salmón al brandy en cestillo de masa filo con guarnición de huevas y brotes tiernos. (Que como título tampoco está mal.) Espero que os guste, porque el resultado es más que satisfactorio.

Ingredientes para 4 personas
300 gr de salmón
4 lonchas de salmón ahumado
200 de crème fraîche
Cuatro ramitas de eneldo
Un vaso de brandy
Una tarrina de huevas de salmón
Un paquete de masa filo
Sal
Pimienta
50 gr de mantequilla
Una bolsa de brotes tiernos

  • Comenzamos preparando el salmón limpiándolo bien de piel y espinas, lo trocemos, salpimentamos y lo ponemos en un cuenco con el eneldo muy picado y lo cubrimos con el brandy. Lo dejamos macerar durante dos horas como mínimo, aunque yo recomiendo prepararlo la noche antes.
  • Elaboramos también con suficiente antelación los cestillos de masa filo. Para ello cortamos cuatro hojas de masa en cuadrados de un tamaño aproximado de 12 por 12 centímetros (en realidad, dependerá del tamaño de los moldes que vayamos a usar, yo he utilizado flaneras individuales…) pintamos cada cuadrado con la mantequilla previamente derretida al baño maría y los ponemos unos sobre otros contrapeándolos para que nos queden las esquinas separadas. Forramos con ellos los moldes y los horneamos a unos 180º hasta que estén dorados. Ojo que no se quemen. Dejamos enfriar antes de desmoldarlos y reservamos. (Nos quedarán con formas irregulares, pero eso añade un toque  muy atractivo a la presentación.)
  • Para preparar la mousse limpiamos cuidadosamente los trozos de salmón, colamos el brandy y lo ponemos todo junto en una cazuela que podamos tapar y meter en el horno. Dejamos hacer a unos 170º durante 30 minutos. Lo sacamos y dejamos que temple.
  • Colamos, retiramos el pescado y lo trituramos muy bien en la batidora. Agregamos cuatro cucharadas de crema fresca y volvemos a batir para mezclar bien. Probamos y corregimos de sal si es necesario, pero recuerde que el salmón ahumado ya lleva. Si vemos que queda muy espeso podemos añadir una pizca del caldo de la cocción, pero debe quedar una crema suave y consistente.
  • Forramos los cestillos con el salmón ahumado y los rellenamos con la mousse, adornándolos con una cucharadita de huevas.
  • Servimos enseguida acompañados de unas hojas de brotes tiernos aliñados con aceite de oliva y un poco de sal.